Recuerdo que mi papá tenía un Renault 4 color naranja con unas llantas pequeñitas pero muy veloces; estas, nos llevaban cada domingo al paseo de rio, donde cruzaba desde trochas hasta partes fregadas del torrente, logrando siempre salir con éxito. En su interior, había espacio para casi todo y cuando se varaba, era muy fácil repararlo, tan solo un cordón de zapato, una bolsa, o incluso una media velada era suficiente para sacarlo adelante, el cambio de llantas era sencillo, se le consideraba un miembro más de la familia, siempre entregado y fuerte.
